miércoles, 17 de abril de 2013
Tenía ojos de fuego, recuerdo. Pero ojos de fuego posta.
Me miraba y me quemaba, mientras jugueteaba con su lengua bífida
relamiéndose los labios, las mejillas... La cara toda.
Tenía manos de mujer, también. Unas manos hermosas.
Se acercaba cada vez más a mi, intentando tocarme. Con esas manos. Esas manos de mujer...
Quería tocarme la cara, el pecho, la pija, las piernas.
Yo retrocedí, temeroso, agitado. Y el suelo sólido en el que estaba parado se volvió blando y viscoso.
Y caí. "Me hundo otra vez", pensé.
Ella gritó. Yo grité. Cerré los ojos y me tapé la cara con las manos.
A los pocos segundos me reincorporé. Y ya no estaba.
Ese monstruo de mierda se había ido, por fin.
Miré a mi alrededor. Había una víbora en un rincón de la habitación.
Pero no le di importancia. Siempre hay una víbora en ese rincón.
Hoy escribo esto.
Mañana será otro día.
(E.M.M - 20133102)
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