domingo, 29 de abril de 2012

ELEGÍ A PAMELA

Estábamos lo suficientemente borrachos, mi amigo y yo, como para quedarnos en una misma esquina el resto de la noche. Fue así que decidimos adentrarnos en algún cabaret de mala muerte y poder descargar la inmensa cantidad de semen que teníamos dentro después de no tener relaciones sexuales con algún ser vivo. Mientras nos dirigíamos a alguna remisería que nos alcanzara al templo del placer, palpé mis bolsillos:

- No tengo un peso... - dije.
- Dejate de joder, yo te pago - contestó mi amigo.

Llegamos a la remisería y le preguntamos (textuales palabras) por "algún puterío". Subimos al auto, mi amigo, el conductor, yo y un desconocido que cumplía la supuesta función de copiloto, o algo así. Más tarde nos dimos cuenta que ese gordo cuarentón era una suerte de guía cabaretero; "doblá acá, la próxima a mitad de cuadra..." Reímos y bebimos duerante todo el viaje.

El lugar era bastante elegante; varios sillones, mesas y sillas de aparente buena madera, música, barra y, por supuesto, muchas bellas muejeres en ropa interior.

- Pedimos una birra? - afirmó mi amigo.
- Dale- dije, y le dí mi último billete de dos pesos.
La cerveza costaba seis o siete. Charlamos durante media cerveza (algo así como unos quince o veinte minutos). Al rato, llegó un muchacho casi tan borracho como nosotros y preguntó:

- Quién está primero?
- YO- Contesté, y me levanté casi de un salto de mi asiento.
- ok, vení.

Bajé la mitad que quedana de mi vaso de un trago y seguí sus pasos. Llegué a una habitación oscura. Había buen olor y un espejo gigante del lado izquierdo de la cama. Acomodé el culo en un extremo del colchón y comenzaron a desfilar ante mí una buena cantidad de chicas semidesnudas, de entre veinte y veintiseis años. Se presentaron con sus nombres pero, debido a mi memoria etílica a corto plazo, sólo recordé uno: Pamela. Fue por eso que la elegí.
Podría haberse llamado (o hecho llamar) Ruperta, Lourdes, Anacleta, Purificación o como mierda sea, pero se llamaba Pamela, y debido a su acento, denotaba ser paraguaya (aunque todas lo eran, en realidad). Me desvestí y me acosté boca arriba. Pamela entró, cerró la puerta y se desvistió también.

Yo (o mejor dicho, mi amigo) había pagado por veinte minutos. No era mucho, pero era mejor que estar en una esquina bebiéndome el sábado por la noche, con su luna y sus estrellas.

En cuestión de segundos, ya estaba chupándomela. Era buena, muy buena. Luego me coloqué encima de ella y empezamos. Luego ella ariba mío, después de espaldas a mí... Y me di cuenta que todo el dinero que Pamela ganara por noche, lo tenía muy bien merecido.

A pesar de no poder acabr debido al escaso tiempo que demandaba el poco dinero y a mi borrachera de sábado, la pasé muy bien. A pesar de eso fue, debo admitirlo, mágico.
Pasados los veinte minutos, salí de la habitación, nos saludamos con un beso en el cachete y me aparté dirigiéndome hacia mi amigo, con un pronunciado bulto en mi bermuda.

-¿Y?- Preguntó mi amigo, ansioso y con los ojos brillosos.
- Elegí a Pamela- le aconsejé.

Fui hasta el baño, me masturbé, luego me dirigí a la mesa y me bajé otro vaso de cerveza. Prendí un cigarrillo y lo disfruté como si hubiera sido el último. El gordo cuarentón seguía ahi (supongo que esperando algun tipo de generosidad o retribución monetaria por su inútil compañía).
La noche avanzaba, Pamela ya estaba en el regazo de otro hombre. Afuera, la gente desperdiciaba su vida, durmiendo o haciendo cualquier otra cosa... Yo, por mi parte, había disfrutado de unos placenteros e infinitos veinte minutos. Infinitos. Sobre todo porque no tuvieron su fin. Brindo por ello.


(Noviembre de 2008)



No hay comentarios:

Publicar un comentario